La puñalada fue directa y seca a sus entrañas. Luego la navaja se desplazó con firmeza provocando una raja de dimensiones descomunales. Asomó la roja esencia, tras un crujido breve a modo de lamento. Llegado el verano, la vida se tornaba muy dura para una sandía.
Víctor Manuel Jiménez Andrada
Publicado en Avuelapluma n. 218
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