Allí, donde no alcanza la luz,
huele a rosas marchitas
en jarrones olvidados
sobre repisas polvorientas.
En el aire se mezclan
la inmensidad de los suspiros
con el rumor de unos pies
que se arrastran a ningún lugar.
La nada anida
en las paredes blancas
y en cada esquina
la vida se volatiliza.
Víctor M. Jiménez Andrada
Publicado en Ars et Sapientia n. 34, abril 2011
Ilustración: Mir Lusewix; Viejo loco
Publicado en Ars et Sapientia n. 34, abril 2011
Ilustración: Mir Lusewix; Viejo loco
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