Vocaciones extrañas

Llegó a casa cargado de pinturas, lienzos, pinceles y un caballete. Compró el mejor material que pudo. Vació una habitación y en el centro dispuso todo lo necesario para trabajar. Cuando se sentó frente al lienzo en blanco, con la paleta de pintura en una mano y un pincel en la otra, se dio cuenta de que no sabía pintar.
   
Víctor M. Jiménez Andrada Publicado en AVP 20/2/2012

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