Ya no me conoce nadie

“A casa, niños, a casa, que viene por la calle el hombre del saco.”

Y el hombre, con sus recuerdos a la espalda, se extraña de las ausencias.
No hay un solo rostro de las fotografías viejas, ni lápidas conmemorativas en las esquinas de los barrios que un día fueron arrabales.

Nada es igual para el extranjero que retorna.

Los cadáveres de los días arañan los cristales, como almas ahogadas en el Aqueronte, cuando lo ven deambular por la plaza.

Nada es igual ante sus pupilas.

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