La ratita presumida

Muestra un lazo de papel
atado a la cola
y veinte pares de ojos lamen
la estela virgen de su piel.

Se deja acariciar
por la sonrisa afilada
de un gato perverso,
mientras contempla a cien elefantes
sobre la tela de una araña.

Las promesas se precipitan
al balde de aguas fecales
cuando la música
de las monedas
taladra el momento de duda
y la arrastra al sol que más alumbra.

Antes de que la noche reine
le arrancarán el lacito,
se comerán sus sueños de almíbar
y será otra muerta
que vivirá en las esquinas.

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